jueves, 16 de febrero de 2017

Marcas


Andabas como perteneciendo a otro mundo, a otras ciudades, a otras calles, habitando otras casas, otros cuartos, otras personas. O así lo sentía, por más que estuvieras en mi mundo, en mi ciudad, en mi calle, habitando mi casa, mi cuarto, mi persona.

Siempre fuiste ajena para mí. Como si mirara a otra persona cuando te miraba a los ojos, como si fueras alguien cenando en un restaurant y yo un paseante de vereda. 

Por más que las caricias nos durmieran los brazos, por más cosquillas que nos hiciéramos, por más que el sexo arruinara todas las películas. Siempre fuiste otra persona.  

Por eso siempre creí no entenderte. Además, siempre pensé que vos no me entendías. O así lo sentí, por más que nuestras risas completaran las horas, por más que nuestras miradas conversaran sobre el pasado.

Nunca pude ver lo que teníamos. Insistí en remarcar las diferencias, en alimentar la distancia. Pretendí cualquier cosa. Cometí el error de la impaciencia. De la inconstancia. De soltar palabras innecesarias.

Tuvo que llegar el día de hoy para que todo eso cambiara. Es ahora, cuando efectivamente no pienso en vos, en que miro distraído las tostadas y tarareo tu canción. Es hoy el día en que me levanto y descubro que no estás en mi cabeza pero te escucho en mis palabras. En que vuelvo a vos en lo cotidiano casi sin querer, sin extrañarte. 

A veces es así. No se entiende hasta que se termina. Y cuando soltás, cuando ya está, es cuando el otro, que siempre fue otro, empieza a formar parte de uno. Su imagen, su nombre, su recuerdo, resulta familiar. Su amor, convertido en memoria, es identidad. 

Mientras tanto, me miro al espejo y no reconozco su reflejo. Toco mi cara. Soy yo con las marcas de ella. 

lunes, 13 de febrero de 2017

También soy Borges




Es requisito que cada genio sea precedido por una larga lista de mediocres en su disciplina.

Para que exista Messi debe haber miles que dediquen gran parte de sus vidas a patear una pelota peor que él. Para que haya una excelente dibujante debe haber muchísimas personas que solamente sean buenas dibujando. 

Es más, para que exista cada dibujante, futbolista o escritor mediocre debe haber millones que lo intenten solo ocasionalmente, millones que sean decididamente malos.

Voy a esto. Si Borges existió es gracias a que todos nosotros alguna tarde intentamos un verso antes (o después) que él y le erramos fiero. Sí, la lógica también aplica en retrospectiva, porque el nacimiento de Borges no fue sino un hecho aleatorio, que pudo darse bien antes o después. Lo importante es llenar el cupo, completar la estadística, de mediocres en el caso. 

El número de mediocres por cada genio o de malos por cada mediocre no es aleatorio, está determinado con exactitud por las ciencias matemáticas. Esto se aplica a cualquier actividad. La estadística lo confirma, una sola persona que se decidiera por abandonar su carrera de dibujante de domingo causaría una falta en cadena, como el derrumbe de un castillo de naipes, que impediría la existencia de un artista genial.

El día que supe de esto decidí no intentar ser excelente en nada de lo que haga. No tomaría el riesgo de ver si caigo en alguno de los pocos casilleros privilegiados de la estadística. Abandoné, por tanto, la idea de ser efectivamente Messi, Borges o Darín.

Me decidí por realizar múltiples actividades con la firme idea de hacerlas mal o mediocremente. Pensé que la decisión sería menos arriesgada pero más noble con la raza humana: acrecentaría, de esta manera, la cantidad de personas que es requisito imprescindible para la aparición de algún genio. 

Soy un eslabón más en la larga cadena que termina en la perfección de algunos, y disfruto tranquilo la genialidad de Borges porque también es genialidad mía.