domingo, 4 de diciembre de 2016

El sentido de este texto


Si van por la avenida Alsina y doblan a la derecha un poco antes de llegar a Temperley, no van a sentir que están en ningún lugar especial, pero pueden probar seguir caminando tres o cuatro cuadras por esa calle que es la del hospital, y en la casa que tiene el número 835 tocar el timbre como si se tratara de la casa de un amigo.

Se sorprenderán al ver que alguien les abre como si los conociera, invitándolos a pasar a una casa común y corriente. Ahora bien, si no los dejan pasar argumentado que no los conocen, no deberían sorprenderse en absoluto.

Una vez adentro, verán un pasillo largo y al fin de este, una habitación. Casi seguro que la puerta de la misma estará cerrada, pero no advertirán ningún otro indicio para pensar que no tienen que ingresar a ver cómo es el cuarto por dentro.

Es necesario dar rienda suelta a la curiosidad. La habitación en cuestión está pintada de verde pastel. Hay un escritorio, una silla, una cama y un sillón amarillo. Podemos reconocer con facilidad que el escritorio es frecuentado, muchos apuntes universitarios, cantidad de marcadores, un panel de corcho en la pared con cientos de notas, fechas, nombres, números de teléfonos, algunas fotos de seres queridos.

Pero lo más importante es el cajón del medio que está debajo del escritorio. El del medio, porque el de arriba tiene cosas de celulares viejos, un corta uñas y algunos papeles del trabajo. El de abajo, por su parte, no guarda más que algunas hojas escritas o impresas de un lado pero limpias del otro. 

Se hace necesario abrir el cajón del medio. Dije que es importante porque guarda una agenda. Recomiendo que se sienten en la silla giratoria del escritorio para hojearla, porque el sillón se hunde mucho. La agenda es una de esas comunes, con muchos números y nombres, pero en la tercera página de la última parte, que en general está dedicada a las notas, van a encontrar este mismo texto.

Sí, esto que estás leyendo ahora está ahí, en el cajón del medio en el cuarto al final del pasillo de la casa número 835 de la calle esa del hospital antes de llegar a Temperley.

En ese lugar que ahora es este lugar. El escenario que te rodea. Empezás a leer más rápido, para ver cómo avanza la historia. Apurás el texto de a bocanadas. Imaginabas un final fantástico, algo increíble en aquel cajón, un historia de aventura o de muerte.

Pero no. Sólo este mismo texto que se va desarrollando ante tus ojos en las páginas de una agenda común. 

Buscabas una explicación, un final, un remate, que dé sentido a toda esa sucesión de imprevistos que te llevaron a este cuarto. Estás queriendo saber qué hacés acá pero nadie lo sabe. Una pregunta se hace inevitable. ¿Por qué carajo estoy leyendo esto? Y lo cierto es que ni siquiera vos tenés una idea aproximada de la respuesta.

Podrás decirme que me estoy lavando las manos. Que no me estoy responsabilizando del final de este texto. Que te obligué a llegar a este cuarto y a agarrar esta agenda y ahora no estoy dando las explicaciones suficientes. 

Nada más lejos de la verdad. Lo cierto es que el final sos vos. No me refiero a los hipotéticos ustedes, sino a vos en concreto. 

Te dejo en un cuarto desconocido, leyendo un texto que no tiene sentido en sí mismo, para que puedas pensar en vos. Porque ya se contaron muchos cuentos con lindas historias, lo cierto es que de poco sirve uno más. Lo que es importante es que reflexiones por qué motivo no estás protagonizando ningún texto, en el caso de que así fuere. Es importante encontrar el sentido, no de un texto, sino de tus días.

Se me ocurre, entonces, dejarte acá, protagonizando esta historia que te pone en primer plano, para que no te sientas tan mal. 

Yo sé que entraste porque el dibujo te pareció simpático. Porque estás queriendo distraerte de la vida con cualquier boludez que haya en internet. Pero no vas a encontrar nada de eso. Ahora estás solo. Estás sola. Con todos tus problemas y con todas tus virtudes. Lo único que te pido, desconocido, desconocida, es que no arruines este texto con las primeras sino que lo realces con las segundas, y, ya que estás, cumplas con ánimo tu papel principal.