En las afueras de una gran ciudad la gente se
acerca entusiasmada al circo. El día está nublado y el público está inquieto. Muchos han visto los
afiches en las calles, otros han escuchado los buenos comentarios. Es un buen
día de espectáculo. Los ánimos convergen en busca de alegría y diversión. Se
abren las boleterías y una multitud se adentra en el universo circense. Casi
todos buscan con mirada ansiosa aquel fenómeno que protagoniza las propagandas.
El célebre prodigio de la compañía. Pero no ven nada. Por el momento la
atención general se detiene en las enormes fieras y sus domadores, en la mujer
barbuda, el faquir y el hombre más fuerte del mundo. Un puñado de payasos hace
su número en distintos puntos del predio. Algunos espectadores advierten una
gran jaula cubierta con una espesa manta. Situada a la derecha del león está
oculto el fenómeno. Es la mayor atracción y no será presentada sino hasta las doce. Faltan
pocos minutos y los parlantes lo anuncian. El público se agolpa en las barreras
de contención y las miradas se encuentran extasiadas. El presentador sube a una
tarima y anuncia con pompa un caso que dejará pasmado al que lo contemple, la
estrella del circo, el prodigio que nadie jamás ha visto en el mundo. Sin más preámbulo tira de una cuerda y el telón se descubre mientras su voz proclama: “con
ustedes, señoras y señores: la persona más enamorada del mundo”. La reacción en
todos los espectadores es unánime, nadie pestañea, los más quedan boquiabiertos
y no faltan las que, asombradas, ahogan un grito de sorpresa. El fenómeno es
verdaderamente llamativo. Detrás de unos fuertes barrotes adecuados al caso se
encontraba una persona enamorada como nunca se ha visto. Las expectativas del
público son cumplidas con creces, nunca han visto ni pensado algo igual. La
multitud desfila frente a él. La maravilla los mira estático desde su encierro.
Los que lo miran susurran expresiones de admiración y algunos le tiran pedazos
de pan, devorados con ferocidad. La tarde transcurre y el público se retira lentamente, aún aturdidos por tan gran espectáculo.